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12 noviembre 2008

Tanca la porta

El destino tiene estas cosas jodidas: justo cuando me había prometido evitar recaer en viejos vicios, me pone al frente de una tarea que fácilmente podría lograr que este blog reviviera aquella doradas épocas donde todo era tan simple como colgar diariamente una captura de pantalla y un comentario muy boludo. Sepan que algunas veces, como hoy, no podré evitar caer en la tentación. Prometo no hacerlo muy seguido:

Está bien. Entiendo que no hay que ser macrocefalista y todo eso y que el reino de Vidalín merece ser informado de que hay un preso fugado en su ciudad porque es el acontecimiento más trascendente de la semana (o quizás del mes) en un lugar que ni siquiera puedo nombrar por lo mucho que me deprime el recuerdo que tengo de tan aburridísima ciudad*. Perdón. Decía que entiendo todo eso, pero no pude evitar leer ese título y sentir que no sólo estamos más bastante más allá del culo del mundo sino que además ni siquiera alcanzamos el status de republiqueta. Somos un pueblo. Y un pueblo muy berreta, porque de otra manera no se explica una recomendación tan aldeana. Lástima que no dice nada de las ventanas.

Y conste que no dije nada sobre la discordancia verbal.

*habitantes y oriundos del departamento: sepan disculparme si se sienten ofendidos. Es que de verdad me aburrí como nunca en mi vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo leí DOS veces y no termino de entender. Daniela, vos estás diciendo:

1) qué Durazno, es un pueblucho de mierda?
2) qué dejar la puerta abierta lejos de ser un símbolo de civilidad es justamente todo lo contrario: una práctica medieval digna de pueblos atrasados e ignorantes?

No dejás de sorprenderme. No te da verguenza hacer públicos esos prejuicios? No tenés corazón. Fijate que si algún canario ignorante y acomplejado lee tu blog se va a sentir discriminado y humillado.

Anónimo dijo...

¡Pah! Perdoname si todo es una gran ironía, pero si no lo es, le estás errando feo.
Que haya un lugar en el tercer mundo donde la gente no acostumbra a cerrar sus puertas es extraordinario; lo habitual en una repúbliqueta es que te maten por 2 pesos después de haber tirado abajo la casa con lo que haya a mano.