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17 abril 2009

Tanquetazo

Poco más de dos meses antes del 11 de setiembre de 1973, el presidente chileno Salvador Allende ya tenía a buena parte de sus Fuerzas Armadas en contra y a varios de sus integrantes planificando el golpe de Estado que acabó con su gobierno y su vida.

La conspiración fue descubierta por el General Mario Sepúlveda, quien informó a sus superiores y estos al entonces ministro de Defensa, José Tohá, quien hizo pública la información el 28 de junio.

Al día siguiente, el Teniente Coronel Roberto Souper supo que iba a ser relevado de su mando por haber formado parte del complot y decidió salir con 16 tanques y 80 soldados rumbo a la sede presidencial del Palacio de la Moneda y el Ministerio de Defensa, ambos edificios ubicados uno frente al otro en pleno centro de la capital chilena.


El ataque -bautizado posteriormente como el Tanquetazo-, comenzó cerca de las 9 de la mañana y fue repelido por las tropas a cargo del General Carlos Prats, asesinado un año más tarde en Buenos Aires.

La primera muestra de poder militar armado en contra del gobierno socialista duró casi tres horas y terminó tras la rendición de Souper, dejando como saldo 22 muertos (15 de ellos civiles) y decenas de heridos.

Una de las víctimas mortales fue Leonardo Henrichsen, un camarógrafo argentino que se encontraba en Santiago de Chile trabajando como corresponsal para la televisión nacional sueca (STV). En la mañana del 29 de junio, cuando comenzaron a llegar las noticias de los tanques que marchaban hacia la sede de gobierno, Henrichsen desayunaba en el hotel junto a Jan Sandquist, el cronista asignado por la STV. Salió a la calle con su cámara, se ubicó en una esquina de la calle Agustinas y comenzó a registrar los incidentes: durante casi 6 minutos y medio, el reportero filmó las camionetas militares estacionadas en medio de la calle, los soldados apuntando con sus armas y los cientos de personas corriendo para escapar de los disparos.

En determinado momento, el oficial al mando del ataque ve al grupo de periodistas entre los que se encontraba Henrichsen y dispara sin previo aviso, sin acertar. De inmediato, uno de sus subordinados intenta lo mismo, también sin éxito. Segundos más tarde, otro soldado parado sobre la caja de una camioneta, acomoda su fusil y dispara. Henrichsen cae herido y muere instantes después, aferrado a su cámara. Tan aferrado, que varios testigos recuerdan que el soldado que se acercó al cuerpo para sustraérsela, no pudo hacerlo y lo arrastró varios metros hasta que decidió cortar la correa y el cable que la unía a la batería que el camarógrafo portaba en la cintura. Una vez logrado su objetivo, abrió el equipo y arrancó la película.

El posterior rescate de las imágenes fue realizado por Eduardo Labarca, quien en ese entonces se desempeñaba como director del Noticiario Nacional de la productora Chile Films. El relato de Labarca, narrado en forma de carta póstuma a Henrichsen, fue incluido en el libro digital Morir es la noticia, una compilación de relatos de periodistas chilenos sobre la desaparición o muerte de sus compañeros durante la dictadura de Pinochet.

Desde el décimo piso de un edificio al que entró a prepo junto al productor, un chofer y el camarógrafo, Labarca fue testigo del momento en el que un soldado levantaba la tapa de una alcantarilla y tiraba una cámara adentro.

Entrada la tarde decidí volver a los estudios de Chile Films con el material que habíamos filmado. Pero yo quería también la cámara que los alzados habían escondido -la tuya- creyendo, hasta ese momento, que contendría una película filmada por los propios amotinados. Abajo los soldados tendían barreras y no parecía fácil recuperarla. Hablé con el jefe del GAP que controlaba nuestro edificio: decidimos dejarla donde estaba y él se comprometió a retirarla más tarde. Cuando salimos a la calle, un GAP, parado en la vereda sobre la tapa, cuidaba tu cámara de punto fijo.

Tu nombre -en Chile siempre te llamamos Leonard Henriksen, aunque ahora nos comunican desde Argentina que en realidad te llamabas Leonardo Henrichsen- lo oí por primera vez esa tarde. Las radios decían que entre los muertos de la balacera había un corresponsal de la televisión sueca radicado en Buenos Aires. Su cámara había desaparecido. Yo sabía muy bien donde estaba esa cámara y me fui a hablar con Eduardo Paredes, el Coco, Presidente de Chile Films, médico joven muy vinculado a Allende y al GAP. La cámara del «sueco» se convirtió en nuestra obsesión. Tu película que no conocíamos era «nuestra» película, trofeo de Chile Films, de nuestro noticiario.

Decidimos guardar secreto total. Souper y los suyos estaban en poder de la justicia militar. No queríamos que el fiscal Francisco Saavedra echara mano a la cámara, que la película que te había costado la vida fuese velada en un juzgado militar. Queríamos conocerla, saber de una vez qué habías filmado. El Coco no deseaba que el GAP la entregara a Televisión Nacional, cuyo director, Augusto Olivares, era uno de los amigos más íntimos de Allende. Por ello telefoneó a La Moneda, pero allí celebraban todavía la victoria y en esos momentos Allende hablaba desde un balcón. Probablemente tu cámara seguía bajo la vereda.

A las 8 de la mañana del día siguiente, el Coco y yo llegábamos a Tomás Moro, La Moneda Chica. Allende apareció envuelto en la capa negra de forro rojo que le había regalado el Embajador de España, nos saludó y se fue con el Coco por un pasillo. A los pocos minutos el Coco volvió con aire satisfecho y luego el propio Perro Olivares trajo tu cámara. Olivares la pasó a Eduardo Paredes y ahí mismo Paredes me la entregó a mí.
La cinta pudo ser recuperada gracias a la estructura de la cámara utilizada por Henrichsen: una Éclair de 16 mm, con chasis de doble vuelta. Esto implicó que la cinta secuestrada por los militares fuera la virgen, mientras el fragmento grabado quedó resguardado gracias al doble chasis.

El laboratorio de Chile Films no tenía el equipo necesario para procesar la cinta, por lo que tuvo que ser enviada a Buenos Aires para su revelado.

Ya de vuelta en Santiago, Labarca y su equipo editaron la película rápidamente: el rumor de que tenían ese documento en su poder estaba bastante extendido y temían que el fiscal militar a cargo de la investigación solicitara su incautación.

En el número triple del noticiario en blanco y negro incluí hacia el final, intercalada a todo color, la secuencia de tu muerte. Sería una imagen muda, sin sonidos que pudiesen atenuar el espanto o turbar el recogimiento ante tu sacrificio. Sólo pusimos a cada disparo un chasquido con eco, para que retumbara en los oídos, en la conciencia del espectador. Al cierre del noticiario, Allende en el balcón de La Moneda y la muchedumbre celebrando en la plaza la derrota del Tancazo: "¡Allende, Allende, el pueblo te defiende!».

Lo que vino después ya no es secreto. El noticiario triple de Chile Films, que más tarde se conocería como el documental Chile, junio de 1973, del que figuro como director, y que obtuvo algún premio por ahí, salió a los cines con tu secuencia póstuma y a las pocas horas la fiscalía militar incautaba en las salas todas las copias. Tu negativo y tu cámara quedaron en alguna parte que tal vez otros recuerden. Dos meses y medio más tarde La Moneda era bombardeada y el ejército ocupaba Chile Films. Allende, Eduardo Paredes, Augusto Olivares y varios más que tuvieron que ver con tu cámara morían a manos o por culpa de los mismos que habían demostrado su ferocidad al asesinarte.

Oliendo lo que venía, apenas terminamos el noticiario me preocupé personalmente de que tres o cuatro copias salieran de inmediato al extranjero. Se enviaron gratuitamente a cineastas amigos: nadie entre nosotros pensó en ganar dinero con tu muerte. Sólo nos interesaba que lo que viste por el ojo de la cámara en el instante en que te mataban pudiera verlo el mundo contigo. Así, tu última filmación pudo ser conocida y transformarse en una secuencia clásica, y tú entraste en la Historia, fuiste símbolo y finalmente te convertiste en mito.
La historia del rescate de la filmación y la posterior investigación del periodista chileno Ernesto Carmona que culminó con la identificación del autor del disparo, son el origen del documental Imagen final, realizado por la productora argentina Habitación 1520 a través de los relatos de Jan Sandquist, el periodista sueco que acompañó a Henrichsen aquella mañana y varios de sus familiares, que continuan con el proceso judicial iniciado a partir de los resultados obtenidos por Carmona.

Imagen final puede verse mañana -sábado 18-, en el último día del 27º Festival Cinematográfico del Uruguay organizado por Cinemateca, a las 18 hs. en la sala 18 de Julio, al módico precio de 85 pesitos o con entrada gratuita para socios. Tarde, pero avisé.




2 comentarios:

Martín S. Camargo dijo...

Chilenos tenían que ser para encajarle una palabra como "tanquetazo", madre mía. Yo ya me cansé de decirlo: Hay que dinamitar toda esa costa a la mierda =(

Unknown dijo...

Viva la tolerancia, como la de la que comentó arriba.