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27 enero 2008

The Capa Cache

The Capa Cache

Por Randy Kennedy
Publicado en The New York Times
27.01.2008
Traducción libre y sujeta a revisión
[Versión original completa en inglés]

Miles de negativos de fotografías tomadas por Robert Capa durante la Guerra Civil española y que se creían perdidos para siempre, fueron hallados en México.

Para el pequeño grupo de expertos en fotografía que estaban al tanto de su existencia, era simplemente conocida como “la valija mexicana”. Y en el panteón de los modernos tesoros culturales perdidos, estaba envuelto por el mismo aura mítico que los primeros manuscritos de Hemingway, que desaparecieron de una estación de trenes en 1922.

La valija –en realidad, tres endebles cajas de cartón- contenían miles de negativos de fotografías que Robert Capa, uno de los pioneros de la fotografía de guerra moderna, tomó durante la Guerra Civil española antes de abandonar Europa hacia Estados Unidos, dejando atrás todo el contenido de su laboratorio en París.

Hasta su muerte en 1954 en Vietnam, Capa estaba convencido de que todo su trabajo se había perdido durante la invasión nazi. Pero en 1995 comenzó a correr el rumor de que los negativos habían sobrevivido, tras haber sufrido una travesía digna de una novela de John le Carré: de París a Marsella y de ahí -en manos de un general mexicano diplomático que había servido bajo las órdenes de Pancho Villa-, a Ciudad de México. Allí es donde permanecieron ocultos por más de medio siglo hasta el mes pasado, cuando recorrieron su camino final hacia el International Center of Photography (ICP) en Manhattan, fundado por Cornell Capa, hermano del fotógrafo.

Tras años de lentas e interrumpidas negociaciones, los negativos han sido recientemente entregados a los herederos de Capa por los descendientes del general mexicano, entre quienes se encuentra un director de cine que los vio por primera vez en 1990 y pronto advirtió la importancia histórica de la propiedad familiar.

Esto es el Santo Grial del trabajo de Capa”, manifestó Brian Wallis, curador general del ICP, quien añadió que dentro de las cajas, además de los negativos de Capa, también se encontraron imágenes de Gerda Taro, la compañera profesional y sentimental del fotógrafo y de David Seymour, conocido como Chim, su socio fundador de la agencia Magnum.

El descubrimiento ha revolucionado el mundo de la fotografía, más que nada porque se espera que los negativos puedan dilucidar finalmente la pregunta que siempre ha perseguido al legado de Capa: si su imagen más célebre y una de las fotografías de guerra más famosas de todos los tiempos fue armada o no. Conocida como Muerte de un miliciano, muestra a un soldado republicano español cayendo de espaldas en el momento en que una bala atraviesa su pecho o cabeza en una colina cerca de Córdoba (España) en 1936. Publicada por primera vez en la revista francesa Vu, la foto contribuyó a la obtención de apoyo internacional para la causa republicana.

A pesar de los persuasivos argumentos de Richard Whelan, biógrafo de Capa, las dudas se han sostenido a través de los años debido, en gran parte, a que Capa y Taro nunca mantuvieron una objetividad periodística a lo largo del conflicto –ambos eran comunistas partidarios de la causa republicana- y además, eran conocidos por fotografiar escenas de maniobras militares armadas de antemano, una práctica común de la época. El negativo de la célebre imagen nunca fue hallado (siempre fue copiada a partir de una vieja reproducción) y el posible descubrimiento del mismo, y en particular los correspondientes a la secuencia original con las tomas previas y posteriores, podría terminar con el histórico debate.

Pero no son sólo las razones forenses por las que este hallazgo es considerado un evento de enorme magnitud. Este es el desarrollo del trabajo de un fotógrafo que, en un siglo dominado por los conflictos bélicos, jugó un papel crucial a la hora de mostrar una guerra, reflejando sus horrores de una manera tan cercana como nunca se había visto hasta el momento -“Si tus imágenes no son lo suficientemente buenas, es que no estás lo suficientemente cerca”, era su mantra-, aún cuando algunos de sus resultados fueran demasiado cinematográficos e irreales.

Los curadores del ICP, que han comenzado una labor de conservación y catalogación que implicará meses de trabajo, dicen que quizás nunca se sepa la historia completa sobre cómo los cerca de 3500 negativos llegaron a México.

En 1995, Jerald R. Green, un profesor universitario, recibió una carta de un director de cine mexicano que recientemente había visto una exposición fotográfica de la Guerra Civil española, co-auspiciada por la universidad donde Green trabajaba. En la carta le contaba que recientemente había tomado posesión de un archivo de negativos de nitrato que habían sido de su tía, quien a su vez los había heredado de su padre, el General Francisco Aguilar González. El general había sido destinado como diplomático a finales de la década de 1930 en Marsella (Francia), donde el gobierno mexicano, que apoyaba la causa republicana, había comenzado a ayudar a refugiados antifascistas españoles a emigrar a México.

A través de algunos archivos y de las investigaciones biográficas de Whelan, los expertos presumen que en 1939 o 1940, mientras estaba en Nueva York, Capa le habría solicitado a Imre Weisz, un amigo húngaro encargado de su laboratorio en París, que guardara sus negativos por temor a que fueran destruidos en caso de ser descubiertos por los nazis.

Weisz llevó las valijas a Marsella pero fue arrestado y enviado a un campo de concentración en Argelia. En algún momento, los negativos llegaron a manos del General Aguilar González, quien los llevó a México, donde murió en 1967. Nunca se sabrá si el general conocía el contenido de las imágenes o quién era su autor; de todas maneras, nunca intentó contactar ni a Capa ni a Weisz, quien casualmente terminó viviendo en México DF hasta su reciente muerte. En 1985 fue entrevistado por Richard Whelan para su biografía de Capa pero no hizo mención a los negativos perdidos.

Cuando el ICP tomó conocimiento de que el material que se creía perdido podría haber aparecido, contactaron al director mexicano y le solicitaron su devolución. Pero las sucesivas cartas y llamados telefónicos no arrojaron resultados, según explicó Phillip S. Block, el vicedirector de programas del centro, quien añadió que al principio, él y otros miembros no estaban demasiado seguros de la veracidad del relato del mexicano, más que nada porque nadie había visto los negativos. (Argumentando que la devolución del material fue una decisión conjunta de la familia Aguilar González, el sobrino del general pidió no ser identificado en este artículo y rechazó ser entrevistado para el mismo)

Todas las reuniones programadas con el director no pudieron llevarse a cabo porque este nunca se presentó. “De repente se cortaron todas las comunicaciones, sin razón aparente”, explicó Block. Todos los esfuerzos por restablecer el contacto fueron en vano. Pero durante el pasado mes de setiembre, cuando el ICP comenzó a organizar nuevas muestras del trabajo de Capa y Taro, decidieron intentarlo de nuevo, con la esperanza de que las nuevas imágenes pudieran ser incorporadas en las exhibiciones.

Wallis, el curador general del ICP, explicó que el mexicano nunca buscó una retribución económica sino que “sólo quería asegurarse de que fueran al lugar correcto”.

El ICP recurrió a la ayuda de Trisha Ziff, una de sus curadoras, quien había vivido varios años en México. Tras una búsqueda que requirió algunas semanas, logró contactar al poseedor de los negativos y comenzó una negociación que duró casi un año.

No es que no quisiera entregarlos”, relató Ziff, “sino que creo que antes que yo, nadie había pensado en esto de la manera en la que algo tan sensible necesita ser analizado”. En gran parte, al director le preocupaban las críticas que pudiera recibir en su país tras la partida del material a Estados Unidos, dada la gran conexión histórica de México con la Guerra Civil española. “Había que respetar y considerar el dilema en el que se encontraba”, explicó la curadora.

Finalmente, Ziff logró persuadirlo para que renunciara a los negativos, asegurándole una promesa por parte del ICP para permitirle el uso de las imágenes en un documental que planea realizar sobre la historia de la recuperación del material y el papel que tuvo su familia en ello.

En diciembre, tras haber enviado una pequeña parte de los negativos como demostración de buena fe, el director entregó el resto del material a Ziff, quien lo llevó personalmente a Nueva York.

Wallis también explicó que aunque los expertos de Kodak que forman parte del equipo de restauración sólo se han limitado a evaluar las condiciones de conservación de los negativos, el estado de los mismos es excepcionalmente bueno, considerando que se trata de películas con más de 70 años almacenadas en cajas de cartón.

Parece que hubieran sido hechas ayer”, explicó. “No están quebradas sino casi como nuevas. Por ahora vimos sólo algunas de ellas con mucho cuidado, para tener una idea de qué hay en cada rollo”. Justamente, ya se han hecho algunos descubrimientos en las cajas –una roja, otra verde y una beige-, cuyo contenido parece haber sido cuidadosamente etiquetado en recuadros manuscritos en sus respectivas tapas, hechos por Weisz o quizás algún otro asistente del estudio fotográfico. Los investigadores han encontrado fotografías de Hemingway y de Federico García Lorca.

También fue recuperado el negativo de una de las más famosas fotografías de Weisz durante la Guerra Civil española, que muestra a una mujer amamantando a su hijo mientras escucha al orador de una manifestación en 1936.

La investigación también podría traer aparejada una revisión de la poco conocida carrera de Taro, una de las primeras fotógrafas de guerra, para determinar si son suyas o no algunas de las imágenes atribuidas a Capa. Ambos siempre trabajaron en forma tan cercana que firmaron muchos de sus trabajos en conjunto, dificultando el establecimiento de su autoría individual, según explicó Wallis. Incluso agregó que existe una remota posibilidad de que Muerte de un miliciano haya sido tomada por Taro y no por Capa.

Esa es una de las teorías que se han manejado”, manifestó. “No lo sabemos. Para mí, eso es lo más apasionante de este material. Hay tantas preguntas y tantas otras por hacer que quizás puedan responderse”. Según Wallis, el descubrimiento es trascendental porque es el material en crudo del nacimiento de la fotografía de guerra moderna.

Capa estableció un modo y un método para describir la guerra en estas imágenes, del fotógrafo no como observador sino como participante de la batalla y eso se transformó en el patrón que el público y los editores comenzaron a demandar”, explicó. “Nada menos que eso, parecía que estabas ahí. Y la revolución visual que Capa encarnó, comenzó acá, en estas primeras imágenes”.

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