Por Flora Tristán
Las cifras son por demás elocuentes. Más del 60% de los uruguayos apoya la despenalización del aborto. La conclusión es evidente: la mayoría de la población está en contra del veto presidencial. Tan evidente, que es el argumento de cabecera de la mayoría de los análisis que están circulando sobre este tema.
Sin embargo, casi un 40% de los uruguayos está en contra del aborto y aprueba la decisión de Tabaré Vázquez. Más allá de la ceguera de la mayoría de los analistas, un 40% es un porcentaje para nada despreciable. Tanto, que mientras los frenteamplistas siguen lamiendo sus heridas, Lacalle salió a respaldar al presidente en una actitud que no tiene nada de casual. Por el contrario, es una reacción oportuna ante una realidad bastante obvia: sus votantes están mirando con demasiado cariño a Tabaré Vázquez.
¿Por qué Vázquez debería preocuparse por responder a las demandas de los uruguayos más liberales que desconfían de su estilo de monje pacato, cuando puede guiñarle el ojo a otros potenciales votantes como los uruguayos conservadores? Y además, gracias a la oposición a la mayoría de los legisladores de su partido se transforma en un mártir devenido en santo. Evidentemente Dios lo iluminó.
Otra limitante que se observa en la mayoría de las notas que circulan sobre el veto presidencial es el tratamiento de la decisión de Vázquez desde el punto de vista moral. Qué el presidente será masón, pero también es católico. Que la esposa es una ferviente practicante católica, lo mismo que el hijo seminarista que también es doctor y masón. Y así sigue toda una serie de argumentos que para el 60% de los uruguayos son críticas durísimas, mientras que el 40% restante las recibe como justificaciones de la moral intachable de nuestro presidente, el doctor.
Nos estamos olvidando que el presidente Vázquez ha sido infiel a su piadosa esposa. Desde una concepción liberal, la infidelidad en general no es cuestionable. Tampoco se la discute desde la moral conservadora, dado que el infiel es el hombre. Por el contrario, más bien se la justifica con una cierta complicidad de género. Mientras, a la mujer del infiel, la “pobre” Tota, se la compadece.
La ideología católica, sin embargo, castiga la infidelidad. No sé cuántos padrenuestros deberán rezar diariamente el presidente y su señora esposa para que Dios lo perdone. Lo que es el perdón de Cotugno, sólo le costó el veto a la despenalización del aborto.
Mientras la Iglesia Católica hace la vista gorda sobre las intimidades presidenciales, se da el lujo de coaccionar a los legisladores con la amenaza de la excomunión. Todos sabemos que Dios borra con el codo lo que escribió con la mano.
En consonancia, la devota pareja presidencial no tiene ningún reparo en usar los poderes del estado democrático para imponer la moral católica.
¿Por qué a la mujer públicamente humillada se la santifica? ¿Por qué nadie cuestiona el maltrato del presidente a su esposa? ¿Acaso el masoquismo es una virtud en una Primera Dama? ¿Por qué todos miran para otro lado a la hora de cuestionar la doble moral presidencial? Claro, la esposa devota y tolerante, la que se deja humillar, la pobre cornuda, es “flor de mina”, y el Taba es “hombre” y además es “humano”. ¿Por qué nadie cuestiona el modelo de mujer que impone María Auxiliadora y desde el cuál se justifica la penalización del aborto?
¿Será que la hipocresía no es patrimonio exclusivo de la Iglesia Católica y del Presidente?
21 noviembre 2008
La doble moral católica
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2 comentarios:
no estoy de acuerdo, estoy segura de que Vázquez vetó la ley pura y exclusivamente para defender sus convicciones
Para mi esto del Veto lo unico que busca es distraer un poco mas .. dilatar e el tiempo soiluciones que deben de aparecer ya en el Pais.
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