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26 octubre 2005

Gente con problemas de verdad

POR ANDRÉS LEGNANI
"Un día, de repente, se interrumpe tu conexión a Internet. Entonces decidís hacer una prueba. Decidís pasar las próximas 48 horas alejado de la red. No es tanto. Son solo dos días. No sos lo que algunas personas suponen que es un adicto a Internet, si es que algo así existe. Y el miércoles 30 de marzo a las 11 de la mañana cerrás la ventana del Explorer para no volver a abrirla hasta el viernes 1º de abril a la misma hora. Durante este tiempo intentarás seguir con tu rutina. Y esto es lo que ocurre.
Primeras horas. Ocurre que al principio sentís que el tiempo pasa muy lentamente, que es espeso, ajeno. Ocurre que no tipeás la dirección de Antel para buscar un teléfono. Ocurre que, después de una hora y poco más en estado unplugged, necesitás leer los mails que suponés vienen llegando. Y eso empieza a preocuparte.
Saber que hay información que llega a tu computadora sin que nada puedas hacer al respecto modifica tu humor. Pero se te pasa. Te olvidás. Retomás lo que estabas haciendo. Realizás algunos llamados telefónicos para otra nota que estás preparando. Y entonces descubrís que algunos números de teléfono están en tu agenda virtual, en la libreta de contactos de tu correo electrónico.
Es esta, pensás, la primera vez que sentís realmente la necesidad de regresar a Internet. Tenés la certeza de que no será la última.
Y no lo es. Y no lo es porque una vez más la evidencia de la realidad demuestra ser más dura que tu nariz. Información necesaria para continuar con el trabajo había sido enviada por mail. Te la habías enviado vos mismo un día antes desde tu casa. Así que vas hasta allí. El viaje consume, entre ida y vuelta, casi una hora de tu tiempo. En casa, ya en tu casa, guardás el archivo punto.doc en un disquete. Hace mucho tiempo que no guardas cosas, archivos de texto, fotografías, lo que sea, en un disquete. Parece una herramienta del pasado. Cerrás la ventana del Word, cerrás el programa; ahora podés apagar el equipo.
Favoritos. En el camino de regreso a tu trabajo pensás en todo este asunto de pasar 48 horas sin Internet en una época que navega en en la red.
Sabés que hay cosas que vas a extrañar durante las próximas horas. Una de las primeras actividades de tus mañanas consiste en leer algunos diarios en pantalla. Y eso lo vas a extrañar. En la mañana bebés un poco de café con una nube de leche, leés titulares, seleccionás notas, chequeás tus cuentas en Bloglines, en Kinja, en Feedmanía; das un corto paseo por tus blogs favoritos; y si el tiempo alcanza te das una vuelta por revistas virtuales, y echás un vistazo a Metacritic. Cuando estés en tu casa, vas a extrañar liquidar minutos rastreando trayectorias y conexiones entre actores, directores, actrices, productores, músicos y directores de fotografía por medio del Internet Movie Data Base.
Del bit al átomo. Buscás un nombre, una fecha, un lugar. Nada de World Wide Web. Si necesitás verificar la fecha en la que se produjo una película, vas a las páginas de la guía Maltin. No puede fallar. Y no, no falla. Volvés a los átomos, y no está nada mal.
Lo que suponías sería un gran cambio en tu rutina no pasó a ser más que un reordenamiento en tus esquemas de trabajo, además de que experimentaste un notable incremento en la cantidad de llamadas telefónicas que realizás. Es que 48 horas no es tiempo suficiente para experimentar algún cambio significativo. Lo único que lamentás es tener números telefónicos en la lista de Contactos del correo Yahoo.
www Es cierto, en más de una ocasión has recordado sueños en los que se abrían ventanas de Microsoft. Pero la gente sueña cualquier cosa. Y es obvio que elementos usados en la vida diaria reaparecen en los dominios de lo onírico. WWW, la telaraña global, los hipertextos, los vínculos, links, enlaces, o cómo quieras llamarlos, las imágenes jpg, los archivos punto RTF, punto DAT, punto TXT, los sistemas de Internet Relay Chat (IRC), el correo electrónico, el Messenger, el Kazaa, el Soulseek, el E-Mule, Blogger... la vida de muchas personas está conectada a ellos, no es extraño que aparezcan en sueños. Además de un lugar, Internet es una herramienta productiva, y la interacción hombre-máquina es demasiado corriente como para fingir que no existe.
Y cuando te acostumbrás y aceptás la idea de pasar el resto de los días buceando entre viejas enciclopedias, internándote en interminables ficheros, escribiendo cartas sobre un papel, guardando datos en un disquete, el tiempo pasa y se cumplen las 48 horas de aislamiento, y entonces te conectás, tus labios se curvan en una leve sonrisa, y tras revisar los mensajes de correo que han llegado en los últimos dos días, sentado en tu escritorio, con dos ventanas en la barra de herramientas, terminás de escribir esta nota."


Andrés Legnani dedica 2 páginas del suplemento O2 a relatarnos su angustiosa experiencia al sobrevivir 48 horas sin conexión a internet. Al parecer, el servidor al cual está abonado, sufrió algunos problemitas técnicos que dejaron a este periodista aislado del mundo entero. Una catástrofe. Si bien la nota es accesible para alguien habituado a los códigos y al lenguaje que se maneja en la red, para un neófito, el artículo es totalmente incomprensible. Nunca sabremos cómo Legnani “experimenta la vida sin red”, ya que no lo cuenta. En cambio, dedica la nota entera a lamentarse de todas las páginas que no pudo visitar y todos los mails que no pudo leer. Interesantísimo.

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