Hay pocas instituciones oficiales tan inútiles como la Dirección Nacional de Meteorología. Después del 23 de agosto, fecha del temporal que ningún meteorólogo fue capaz de pronosticar, la fiabilidad de la DNM fue cuestionada por absolutamente toda la oposición política. Como si el clima fuera asunto gubernamental. Se armaron unos debates que no se habían creado ni con temas muchísimos más urgentes y fundamentales para el país y hasta se amagó con una interpelación a la ministra de Defensa. Después, como todo, pasó. Todos se callaron la boca y se pusieron a criticar otras cosas. Pero los de Meteorología se propusieron no quedar más como los pelotudos del cuento. Entonces empezaron con la historia de las "alertas meteorológicas". Cada vez que registran alguna mínima racha de viento fuerte gracias a sus añejos sistemas de medición, salen a alarmarnos para que nos quedemos en nuestras casas. Incluso en algún momento, un meteorológo payaso cola de paja, instó a la población a aprovisionarse de alimentos y agua. Salvo los escépticos o aquellos a los que no les quedaba otra opción, la noche del primer alerta nadie salió a la calle. Y la cosa no pasó de una simple lluvia. Un tiempo después se repitió la historia, con el mismo final. Hace una semana fue el último. Algún viento fuerte hubo, se cayeron algunas ramas y llovió bastante. Pero no era como para alerta. Hoy no hubo alerta meteorológico. A las 0.30, mientras a través de la ventana veía volar chapas de algún precario techo, entré a la página de la DNM y fui directo a la sección "Alertas meteorológicas". Ahí, actualizado por última vez a las 18 hs., decía así:
Manga de inútiles.
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