La agencia de noticias Inter Press Service (IPS) fue fundada en 1964 por el periodista italiano Roberto Savio y el politólogo argentino Pablo Piacentini. Concebida como una cooperativa internacional de periodistas sin fines de lucro, se caracteriza por priorizar la producción de artículos y análisis bien documentados, antes que noticias inmediatas (¹). Si bien en la actualidad su red de corresponsales se extiende a los cinco continentes, las limitaciones económicas iniciales provocaron que por aquellos años, su presencia estuviese limitada a Italia, España, Estados Unidos, México y América del Sur.
La agencia contaba con una sección de artículos especiales, que consistían en notas en las que se pretendía dar una visión analítica de un tema determinado y vaticinar su posible desarrollo durante los meses siguientes; la primicia no importaba, por lo que un especial podía ser publicado varios días después del hecho. Tal particularidad hacía que el material estuviera dirigido en mayor medida hacia revistas y semanarios que a diarios.
La filial sudamericana, que desde el inicio se situó en Santiago de Chile, fue trasladada en 1969 a Montevideo y dos años más tarde a Buenos Aires. En estas últimas dos sedes, la jefatura de la sección estuvo a cargo de un experimentado periodista uruguayo que llamaremos X, por justificadas razones. Sus colegas, además de considerarlo un referente, destacan su vasta cultura general y una inmensa capacidad para predecir la evolución de los acontecimientos. Según cuentan, supo vaticinar con varios meses de anticipación la guerra de 1973 entre árabes e israelíes (conocida como “guerra del Yom Kippur”), motivo por el cual muchos pusieron en duda su sensatez, dado que todos los antecedentes del conflicto indicaban otro final. X ejerció su cargo entre 1969 y 1974. Fue durante su labor en la capital argentina cuando ideó una solución para compensar la carencia de corresponsales en América Central, África, Asia, Oceanía y el resto los países europeos donde IPS no tenía presencia. Como la producción de artículos sobre esas zonas estaba considerablemente limitada, X recurría a revistas y diarios franceses, británicos o americanos que llegaban a Buenos Aires con uno o dos días de atraso y a una radio de onda corta que le permitía captar numerosos informativos internacionales, fundamentalmente el de la BBC.
Con todo ese material a disposición, X creó una red de 15 o 20 corresponsales ficticios, cuyos textos eran elaborados por él mismo o alguno de sus colaboradores, que suelen recalcar el gran trabajo en equipo de aquella redacción. En el juego colectivo, a cada personaje se le fue construyendo una personalidad definida: uno era un estafador porque pasaba facturas de viáticos infladas, a otro su mujer le era infiel, otro escribía muy bien pero era muy haragán, otro era homosexual y así con cada uno de los cronistas imaginarios.
Para el sur de Asia, X había concebido a Andrew Fitzgerald, un muy buen periodista y devoto del alcohol. Fitzgerald cubría la guerra entre India y Pakistán de 1971, que culminó con la independencia de Bangladesh. Cuenta la historia que un día, después de haber tomado alguna que otra copa de más, X llegó a la redacción y largó un despacho informando acerca de la muerte de su corresponsal asiático: el intrépido Fitzgerald, que solía permanecer muy cerca de la línea de fuego para lograr una mejor cobertura, había sido alcanzado por una bala pakistaní.
Algunos arriesgan que el seudo homicidio se debió a la trascendencia que estaban alcanzando algunas de las notas de Fitzgerald; otros aventuran que, a pesar de ser su invento más querido, X podría haber empezado a sentir una fuerte competencia de su parte. Los periodistas de la redacción no se sorprendieron tanto con la abrupta muerte como con las numerosas condolencias que comenzaron a llegar, de parte de otras agencias y medios que publicaban las notas del corresponsal. Abrumado por la respuesta y arrepentido de su afectada decisión, al día siguiente X inventó un nuevo corresponsal que envió de inmediato al área de conflicto donde Fitzgerald había fallecido heroicamente en el ejercicio de su labor.
Dicen los que saben que la anécdota es aun mejor relatada por Carlos López Matteo, periodista de la vieja guardia y partícipe de la tramoya ideada por X. Con años de experiencia en diarios como El Bien Público, El Diario, Época, Hechos, El Observador (desde su fundación hasta mediados de 2002) y el semanario Marcha, López Matteo se encuentra actualmente jubilado pero no por eso silenciado. Acorde a los tiempos actuales, desde enero publica sus columnas en su blog, donde desarrolla lo que define como su “vocación eterna: la de francotirador sin disciplina que lo ate”. Bienvenido sea.
(¹) Fuente: IPS en Wikipedia
La agencia contaba con una sección de artículos especiales, que consistían en notas en las que se pretendía dar una visión analítica de un tema determinado y vaticinar su posible desarrollo durante los meses siguientes; la primicia no importaba, por lo que un especial podía ser publicado varios días después del hecho. Tal particularidad hacía que el material estuviera dirigido en mayor medida hacia revistas y semanarios que a diarios.
La filial sudamericana, que desde el inicio se situó en Santiago de Chile, fue trasladada en 1969 a Montevideo y dos años más tarde a Buenos Aires. En estas últimas dos sedes, la jefatura de la sección estuvo a cargo de un experimentado periodista uruguayo que llamaremos X, por justificadas razones. Sus colegas, además de considerarlo un referente, destacan su vasta cultura general y una inmensa capacidad para predecir la evolución de los acontecimientos. Según cuentan, supo vaticinar con varios meses de anticipación la guerra de 1973 entre árabes e israelíes (conocida como “guerra del Yom Kippur”), motivo por el cual muchos pusieron en duda su sensatez, dado que todos los antecedentes del conflicto indicaban otro final. X ejerció su cargo entre 1969 y 1974. Fue durante su labor en la capital argentina cuando ideó una solución para compensar la carencia de corresponsales en América Central, África, Asia, Oceanía y el resto los países europeos donde IPS no tenía presencia. Como la producción de artículos sobre esas zonas estaba considerablemente limitada, X recurría a revistas y diarios franceses, británicos o americanos que llegaban a Buenos Aires con uno o dos días de atraso y a una radio de onda corta que le permitía captar numerosos informativos internacionales, fundamentalmente el de la BBC.
Con todo ese material a disposición, X creó una red de 15 o 20 corresponsales ficticios, cuyos textos eran elaborados por él mismo o alguno de sus colaboradores, que suelen recalcar el gran trabajo en equipo de aquella redacción. En el juego colectivo, a cada personaje se le fue construyendo una personalidad definida: uno era un estafador porque pasaba facturas de viáticos infladas, a otro su mujer le era infiel, otro escribía muy bien pero era muy haragán, otro era homosexual y así con cada uno de los cronistas imaginarios.
Para el sur de Asia, X había concebido a Andrew Fitzgerald, un muy buen periodista y devoto del alcohol. Fitzgerald cubría la guerra entre India y Pakistán de 1971, que culminó con la independencia de Bangladesh. Cuenta la historia que un día, después de haber tomado alguna que otra copa de más, X llegó a la redacción y largó un despacho informando acerca de la muerte de su corresponsal asiático: el intrépido Fitzgerald, que solía permanecer muy cerca de la línea de fuego para lograr una mejor cobertura, había sido alcanzado por una bala pakistaní.
Algunos arriesgan que el seudo homicidio se debió a la trascendencia que estaban alcanzando algunas de las notas de Fitzgerald; otros aventuran que, a pesar de ser su invento más querido, X podría haber empezado a sentir una fuerte competencia de su parte. Los periodistas de la redacción no se sorprendieron tanto con la abrupta muerte como con las numerosas condolencias que comenzaron a llegar, de parte de otras agencias y medios que publicaban las notas del corresponsal. Abrumado por la respuesta y arrepentido de su afectada decisión, al día siguiente X inventó un nuevo corresponsal que envió de inmediato al área de conflicto donde Fitzgerald había fallecido heroicamente en el ejercicio de su labor.
Dicen los que saben que la anécdota es aun mejor relatada por Carlos López Matteo, periodista de la vieja guardia y partícipe de la tramoya ideada por X. Con años de experiencia en diarios como El Bien Público, El Diario, Época, Hechos, El Observador (desde su fundación hasta mediados de 2002) y el semanario Marcha, López Matteo se encuentra actualmente jubilado pero no por eso silenciado. Acorde a los tiempos actuales, desde enero publica sus columnas en su blog, donde desarrolla lo que define como su “vocación eterna: la de francotirador sin disciplina que lo ate”. Bienvenido sea.
(¹) Fuente: IPS en Wikipedia
2 comentarios:
Esta muy bien lo hecho por el Sr. X. Una cosa que nos caracteriza, a los Uruguayos, es ir a la guerra con un tenedor, y con ese, hacemos milagros, y una gran mayoría de desastres, pero no tenemos otra, porque no tenemos un país sustentable. O sea, si X no hubiese tenido al lado a Y, Z, y al Francotirador, distinta hubiese sido mi opinión, pero hay que aceptar, tarde o temprano, que en este país, tenemos el derecho a doblar los tenedores para que parezcan cuchillos, no nos queda otra. Eso es lo de tirarle arenita en la cara al golero, creo que eso es lo que nos hace tan especiales, la constante busqueda de herramientas, la viveza, para solventar lo que la madre tierra no nos dio, al final esto es, la constante busqueda de ser mejor, con un tenedor, o sea, podemos multiplicar uno que otro pan, pero la panaderia, siempre la va a tener otro.
podemos multiplicar uno que otro pan, pero la panaderia, siempre la va a tener otro.
De las mejores frases que he leído por acá.
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