Jorge Julio López fue el hombre que el gobierno argentino se empeñó en llamar "el primer desaparecido político en democracia o "el desaparecido 30.001", en referencia a la cantidad de personas que, se calcula, fueron secuestradas y asesinadas durante la última dictadura argentina. López, un albañil de 77 años, estuvo detenido entre 1976 y 1979 a causa de su actividad montonera y se asegura que fue liberado por prestarse a colaborar con las autoridades policiales. En julio del año pasado, fue uno de los 130 testigos que declararon en el juicio contra Miguel Etchecolatz, ex director de la Policía de la provincia de Buenos Aires durante el gobierno militar. El 18 de setiembre, un día antes de la lectura del veredicto que halló culpable al represor, López salió de su casa rumbo a los tribunales para presentarse en la audiencia de alegatos, pero nunca llegó. Al día siguiente, en una sentencia histórica que, por primera vez en Argentina, admitía la figura de "genocidio", Etchecolatz fue sentenciado por homicidio calificado, aplicación de tormentos y privación ilegítima de la libertad en varios casos. Horas después, todos los medios comenzaron a informar de la desaparición de López y a divulgar su fotografía. La hipótesis de un secuestro por parte de algún grupo policial empezó a hacerse más fuerte con el correr de los días y la historia calzaba perfecto. Se hicieron marchas exigiendo su aparición, el presidente Kirchner se refirió al tema en cada oportunidad que encontró y varios medios internacionales trataron el caso en sus páginas. Luego, como suele ocurrir en estos casos, con el paso de los meses las menciones empezaron a menguar hasta casi desaparecer. Casi porque a fines de diciembre se denunció la desaparición de Luis Gerez, un militante kirchnerista que denunció al nefasto ex comisario Luis Abelardo Patti por torturador. Su declaración fue uno de los testimonios que se tuvieron en cuenta para impedir el ingreso de Patti a la cámara de Diputados por la provincia bonaerense, cuya mayoría declaró en su momento que el ex policía no tenía "idoneidad moral" para ocupar el cargo. Cargo que, por otra parte y sin que suene a defensa de Patti, obtuvo mediante democrático voto popular. Gerez apareció un par de días después en medio de una operación mediática que hizo que muchos empezaran a mirar de reojo toda la cuestión. Las similitudes con el caso López eran demasiadas y todo olía demasiado a opereta del gobierno, algo que evidentemente jamás se confirmará pero que hizo sospechar a varios.
La cuestión es que, cinco meses después, Jorge Julio López todavía no apareció y de acuerdo a una investigación del periodista Christian Sanz, nunca va a hacerlo porque está muerto y cremado. Así de fácil. Y no porque lo hayan limpiado los presuntos secuestradores (que habrían existido nunca) sino que se murió solito de un infarto y todo se trató de una maniobra del gobierno argentino a la que López se prestó gustoso. ¿Para qué? La hipótesis que se maneja con mayor fuerza es que el kirchnerismo necesitaba una "excusa perfecta" que le permitiera cumplir con dos objetivos primordiales: avanzar contra los militares y policías de la dictadura y frenar, en parte, el creciente protagonismo de organizaciones de derecha como la de los familiares de víctimas de la guerrilla. La historia es larga pero vale la pena.
El 12 de enero, Sanz publicó en su portal una nota en la que dudaba de la veracidad del caso López. En ella señalaba que tras casi 150 días de investigación, rastrillajes y análisis de llamados telefónicos, era extraño que no hubiera surgido pista alguna sobre su paradero, más teniendo en cuenta que el gobierno provincial ofrece una recompensa que ronda los 130 mil dólares. Según el artículo, todas las noticias que surgían en torno al caso insistían en lo "fundamental" de la declaración de López para condenar a Etchecolatz, pero algunas fuentes judiciales (incluyendo al fiscal de la causa) coincidieron en que si bien su testimonio fue importante, existieron otros 129 testigos. Además, dicha declaración es señalada por el periodista como "muy puntillosa", lo que contrariaría sus primeros testimonios, en los que aseguraba no recordar detalles concretos de su cautiverio. Por caso, todos los testigos señalaron que en el centro de reclusión conocido como Arana estaban permanentemente atados y vendados; sin embargo, López declaró que allí podía ver a través de una mirilla. Las tres fuentes consultadas por Sanz coincidieron en que se trató de una operación de gobierno, por los motivos antes expuestos.
El 28 de diciembre, el periodista Alfredo Divinicenzi hizo público el testimonio de Jorge Scanio, quien aseguraba haber visto con vida a López, en mal estado y rodeado de personas armadas, en una quinta de una localidad bonaerense. Según declaró, su denuncia fue ignorada por los investigadores del caso. Sanz supo de ese testimonio, contactó a Scanio y reseñó el encuentro en una nota publicada el sábado pasado:
Según el relato del periodista, fue a partir de ese momento que Scanio "empezó a dudar de todo y de todos". Pidió un nuevo informe de la camioneta que lo había encerrado y descubrió que esta vez, el detalle financiero no registraba las deudas y cheques rechazados que aparecían en el primer resumen solicitado. ¿Por qué? No se sabe, pero fue suficiente para que Scanio mandara a su familia a vivir al sur argentino y acudiera a una fiscalía de la ciudad de Buenos Aires para declarar todo lo que sabía, dichos que ratificó unos días después en la causa que investiga la desaparición de López. Roberto Montenegro, el arrendador del campo, le aseguró a Sanz que algunos vecinos de la zona le habían comentado que era usual ver en ese lugar a conocidos políticos kirchneristas. El autor de la investigación también señala que habló con "al menos tres personas" que le aseguraron haber visto a López entre el 19 y el 23 de setiembre en la zona de Atalaya, localidad ubicada en un distrito diferente al del campo alquilado, aunque no muy distante. Esos testigos señalaron haber visto a López "nada preocupado", lo que según Sanz "habría provocado que el kirchnerismo lo recluyera". Según declararon algunas de las fuentes consultadas (un ex comisario bonaerense y un informante de la SIDE), López murió a causa de un infarto durante esa instancia de aislamiento. Todos coincidieron en que existió una "orden de arriba" para cremar el cuerpo y hacerlo desaparecer definitivamente.
El 28 de diciembre, el periodista Alfredo Divinicenzi hizo público el testimonio de Jorge Scanio, quien aseguraba haber visto con vida a López, en mal estado y rodeado de personas armadas, en una quinta de una localidad bonaerense. Según declaró, su denuncia fue ignorada por los investigadores del caso. Sanz supo de ese testimonio, contactó a Scanio y reseñó el encuentro en una nota publicada el sábado pasado:
Todo ha comenzado -según pude saber- a fines del año 2005, cuando un hombre llamado Roberto Montenegro hizo un contrato de arrendamiento de un campo denominado "San Genaro", ubicado en el Km 135 de la Ruta Nacional Nº 3, en San Miguel del Monte, provincia de Buenos Aires. Al momento de visitar el lugar, el locatario hizo un exhaustivo examen de todo, incluida la vivienda ubicada dentro del campo que estaba por alquilar. Allí pudo observar con enorme sorpresa que en el sótano de la vivienda había unos diez calabozos con puertas de chapa, "pasaplatos" y cerramientos pasadores. En el mismo lugar, Montenegro vio morteros, balas y diferente tipo de armas de fuego.Montenegro se fue y volvió al otro día para tomar posesión de la propiedad. Cuando llegó, se encontró con varios patrulleros que lo esperaban en la puerta, uno de los cuales se lo llevó detenido, acusándolo de "usurpación". Se le inició una causa con un final que Sanz califica de "insólito": la fiscalía lo liberó aduciendo que estaba "todo bien" y que los papeles estaban "en regla" pero le aconsejaron no volver a ese lugar y ordenándole "olvidarse" del campo. Montenegro hizo caso a medias: se fue pero no pudo olvidar lo que había visto. Meses después, todavía intrigado, llamó a su amigo Jorge Scanio, gestor de profesión, para que averiguase todo lo que pudiera respecto a los propietarios y las actividades que allí se realizaban. El 1º de octubre, Scanio llegó al campo y simuló un problema con su auto para poder ir a pedir agua. Caminó hacia la casa y cuando estaba a unos 200 metros, vio salir a cuatro personas armadas con Itakas y se escondió detrás de un árbol. Desde ahí pudo ver que el grupo custodiaba a un hombre mayor, al que reconoció gracias a las fotos que inundaban Buenos Aires: era Jorge Julio López, quien se sentó en los escalones de la entrada de la casa. Scanio esperó que todos volvieran a entrar y se fue. Cuando regresó, llamó a Montenegro y le contó lo que había visto, anunciándole que iba a volver para averiguar qué estaba pasando. Una semana después, Scanio volvió pero no detuvo el auto sino que redujo la velocidad. En una de las tres tranqueras de acceso, vio unas máquinas de vialidad y sus respectivos operadores, quienes abrieron el portón para dar paso a dos Volkswagen Bora de color negro que salían del campo. Scanio volvió a pasar tres veces por el lugar. En una de las ocasiones paró y sacó fotos para luego retirarse. Unos pocos kilómetros después, notó que una camioneta estaba detrás de su auto. Se hizo a un lado para darle paso pero la camioneta lo rebasó a baja velocidad, lo rozó e intentó encerrarlo, para luego seguir su camino. Scanio tomó los datos de la patente y pidió un informe financiero a través del sistema Veraz (similar al Clearing de Informes). Ahí descubrió que el vehículo pertenecía a la Contaduría General del Ejército. Después de consultarlo con su familia y con Montenegro, decidió hacer la denuncia, para lo cual le aconsejaron ver al Procurador General de la Nación. Según Scanio, desde esa oficina llamaron a Aníbal Fernández, ministro del Interior, para ponerlo al tanto del relato. Al parecer, Fernández habría dicho "este hombre nunca estuvo en la Procuración y este llamado no existió. Díganle que se vaya a su casa que personal de la SIDE lo va a contactar en las próximas horas". Scanio se fue y a la noche fue contactado por agentes de la secretaría de inteligencia, con quienes arregló un encuentro en el que les contó lo que había visto. Le aseguraron que allanarían el campo y le dieron un número de teléfono para comunicarse con ellos, además de prometerle que al día siguiente se pondrían nuevamente en contacto. Los días pasaron y de los agentes ni noticias, así que decidió llamar al número proporcionado. "¿Qué pasó, muchachos, se olvidaron de mí?", preguntó Scanio. "¿Cómo andás? Parece que lo que dijo el muchacho es verdad. Lo de abajo también", le contestaron del otro lado y enseguida se dio cuenta de que lo estaban confundiendo con otro.
Según el relato del periodista, fue a partir de ese momento que Scanio "empezó a dudar de todo y de todos". Pidió un nuevo informe de la camioneta que lo había encerrado y descubrió que esta vez, el detalle financiero no registraba las deudas y cheques rechazados que aparecían en el primer resumen solicitado. ¿Por qué? No se sabe, pero fue suficiente para que Scanio mandara a su familia a vivir al sur argentino y acudiera a una fiscalía de la ciudad de Buenos Aires para declarar todo lo que sabía, dichos que ratificó unos días después en la causa que investiga la desaparición de López. Roberto Montenegro, el arrendador del campo, le aseguró a Sanz que algunos vecinos de la zona le habían comentado que era usual ver en ese lugar a conocidos políticos kirchneristas. El autor de la investigación también señala que habló con "al menos tres personas" que le aseguraron haber visto a López entre el 19 y el 23 de setiembre en la zona de Atalaya, localidad ubicada en un distrito diferente al del campo alquilado, aunque no muy distante. Esos testigos señalaron haber visto a López "nada preocupado", lo que según Sanz "habría provocado que el kirchnerismo lo recluyera". Según declararon algunas de las fuentes consultadas (un ex comisario bonaerense y un informante de la SIDE), López murió a causa de un infarto durante esa instancia de aislamiento. Todos coincidieron en que existió una "orden de arriba" para cremar el cuerpo y hacerlo desaparecer definitivamente.
9 comentarios:
No sé, puede llegar a ser coherente aunque algunos argumentos para explicar lo raro de la situación son algo superfluos.El tema es que también el peso de que haya una persona desaparecida en dictadura puede ser grande. Me parece algo irracional que Kirchner hiciera todo esto para poder presionar a los milicos.
Agrego una primicia. Están por una investigación que demuestra que en realidad las torturas y desapariciones en la dictadura fueron mentiras para dejar mal parados a los militares.
Siempre circula esta clase de teorías. Lo cierto es que a pesar de los esfuerzos tienen muy poca llegada. Es raro que haya tanto exceptisismo.
Me parece muy creíble. No me extrañaría para nada del gobierno fascista de Kirchner. Fijate que si la gente y la prensa se tragó la pastilla de Gerez...
PD: ¿"Exceptisismo"?
Excepticismo: Dícese de aquello en lo cual alguna vez no creímos pero ahora sí. Por ejemplo, la derecha uruguaya es excéptica con respecto a la izquierda.
No, de nada.
Muy buena la puesta a punto sobre Julio López.
Alfredo
eSCepticismo.
(De escéptico e -ismo).
1. m. Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo.
Que emocionante. Estoy apta para trabajar en El Observador. Y por lo visto no soy la única.
Qué cómico. Quise hacer un chiste pero al final me hicieron reír ustedes. Se agradece.
Alfredo
Después de leer "SIDE. La Argentina secreta", de Gerardo Young (Ed. Planeta), creo que cualquier institución con poder es capaz de hacer cosas peores que esconder a Jorge López hasta su muerte
Hace casi un mes declare en la causa Lopez y aporte abundante material. Si ahora no sucede nada desde la justicia, ya no hay excusa alguna. Todos los elementos de prueba estan aportados.
Muy bueno el blog.
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