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23 noviembre 2007

El eterno chivo expiatorio

Svetlana era rusa y había emigrado hacía unos años a España, donde conoció a Ricardo, a quien terminó abandonando por malos tratos. A Ricardo no se le ocurrió mejor idea que ir a un programa de televisión para mostrarse arrepentido y proponerle matrimonio en cámara. Ricardo había sido sentenciado a 11 meses de cárcel y dos años de alejamiento, pero parece ser que no se lo notificaron a tiempo. Svetlana le dijo que no ante cientos de miles de televidentes y una semana después Ricardo la degolló. El caso provocó que media España se pusiera con los tapones de punta hacia este tipo de programas que afortunadamente han desaparecido de la televisión regional, aunque supieron hacerse un lugar en algún momento. Programas a los cuales acuden todos aquellos que pretenden sus 15 minutos de fama y que Hernán Casciari describe con precisión: "Madre abandónica que hace mil años no ve a su hijito, que ahora es grandote; gordita murciana que chatea con chico peruano y no sabe que él está escondido entre bambalinas; vecina guarra con diez gatos que desconoce la presencia de todos sus otros vecinos enfadados; chico cornudo que viene a perdonar a novia putarrona sin que ella lo sepa; cuarentona divorciada y teñida que quiere cita a ciegas con telespectador solitario; señor echado de casa a patadas que ahora quiere volver con promesas de cambiar y ser mejor esposo; etcétera". Digamos que en términos comparativos, casi que ni deberíamos preocuparnos por la presencia de Tinelli y agradecer la ausencia de semejante fauna.

El problema es que en España, a raíz del caso de Svetlana, los bobos que nunca faltan empezaron a protestar por la emisión de esta clase de programas. Y a la cabeza de esos bobos se encuentran, como no podía ser de otra manera, las dirigentes de asociaciones (estatales o no) contra la violencia doméstica. España es un país que, en cuanto a su ambigüedad moral, nunca se termina de comprender. Toda la movida/destape de principios de los 80 se da de cabeza contra cierta intolerancia malentendida en la actualidad. Hay otra excelente entrada de Casciari en la que hace un resumen de la censura que han sufrido algunas publicidades en la televisión española, sólo porque un muy reducido número de personas se han sentido ofendidas de alguna manera. Entre ellas, todas las feministas, que han logrado que las publicidades del desodorante Axe no lleguen a emitirse más que un par de días porque siempre alguna protesta, la cadena teme una denuncia estúpida ante un juez idem y la fundamentalista consigue su objetivo. Está bien, las publicidades son algo misóginas, pero es el juego del marketing.

Pero claro, acá hay un asesinato y además, un programa pedorro (El Diario de Patricia), una conductora (Patricia Gaztañaga), una productora (Boomerang TV) y una cadena privada de televisión (Antena 3).Y del otro lado están: una delegada especial del Gobierno contra la violencia sobre la mujer (Encarnación Orozco), la presidenta de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas (Ana María Pérez del Campo), la secretaria de Mujer en Comisiones Obreras (Pilar Morales) y la presidenta del Observatorio de la Mujer del Consejo General del Poder Judicial (Montserrat Comas) y una treintena de colectivos feministas.

Orozco declaró que "no se puede mediar en situaciones de violencia machista, ya que están basadas en relaciones desiguales en las que no cabe mediación. La superación de dificultades por parte de las maltratadas para romper estas relaciones se ve truncada de pronto porque un programa de televisión facilita al agresor una nueva posibilidad de dominar a su víctima".

Por su parte, Pilar Morales manifestó que "no es adecuado intervenir de mediadores ante casos de separación o rechazo de las mujeres a sus parejas. Eso debe tramitarse en los juzgados y no forzar situaciones no deseadas para mujeres que se enfrentan a procesos dolorosos".

Varias asociaciones feministas, Pérez del Campo y Comas fueron más allá. Todas reclamaron que Antena 3 pida disculpas públicamente "por su frivolidad y su falta de responsabilidad". Incluso Comas afirmó que el programa podría incurrir en "responsabilidad civil por daños en el derecho de imagen y del honor de las personas".

El caso de Svetlana no es el primero con estas características. De diez años a esta parte, ya son cinco las mujeres asesinadas por sus parejas después de haber protagonizado algún segmento televisivo, ya sea para reconciliarse o denunciarlos. Según una nota de El País de Madrid, tampoco es la primera vez que El Diario de Patricia está involucrado en una situación similar: en 2004, Teodora perdonó ante las cámaras a otro Ricardo por sus infidelidades y unas semanas después apareció muerta en la valija de un auto. Siete años antes, una mujer de 60 años fue a la televisión a contar cómo había sido maltratada durante décadas por su marido, de quien llevaba separada un año. Semanas después, su ex marido la prendió fuego en la puerta de su casa. Durante los dos años siguientes, se produjeron otros dos casos cuya única diferencia fue el modo en que fueron asesinadas.

Boomerang TV aseguró que su equipo de producción nada sabía de los antecedentes de la relación de Svetlana y Ricardo. No porque no hayan intentado averiguarlo sino porque supuestamente, ambos ocultaron la información. De acuerdo a la productora, a los participantes se les pregunta "absolutamente todo". En este caso en particular, alegan que después de haber sido contactados por Ricardo, llamaron a Svetlana para decirle que "alguien" muy cercano quería enviarle un mensaje. Según Baldomero Limón, director de programas de Boomerang TV, "ella pensó que podía tratarse de algún familiar de Rusia, pero también barajó que pudiera ser su ex pareja" y que cuando se lo plantearon como una de las posibilidades, "no dijo que le pareciera mal".

De acuerdo a Limón, se le preguntó si había alguien a quien no quisiera ver y ella respondió que no, aunque la cara de terror de la rusa en el video deja algunas dudas sobre la veracidad de todo el argumento de la productora. El director de programas explicó que los participantes "tienen que responder si tienen causas pendientes con la justicia, si han sido maltratados física o psicológicamente por alguien, aunque sea de forma leve, y también preguntamos si existe alguna orden de alejamiento que deban respetar o si son ellos los protegidos con una medida de este tipo" y que ambos respondieron que no a todo. Limón agrega que "Svetlana contó incluso que tenía un hijo, y dijo que para asistir al programa lo podía dejar con su ex pareja" y que "todos los indicios apuntaban a una relación normal entre ellos" ya que, además, luego del programa ambos se retiraron juntos del set con el hijo de ella.

La cuota de sentido común la aporta un médico forense, Miguel Lorente, quien explica que las mujeres "no mueren por haber salido en televisión, sino asesinadas por violentos" y añade que entiende que "después de poner varias denuncias y sentirse desprotegidas, las mujeres vayan a un programa" aunque aclara que no lo recomienda, ya que "en muchos espacios se trivializa la violencia" y es el Estado el que debe "lograr que se sientan seguras".

Ese es el nudo de toda la cuestión. Es contra el Estado que deberían protestar estas pseudo luchadoras contra la violencia de género que minimizan la cuestión al punto de responsabilizar a un programa de televisión de los actos de un psicópata. Semejante ingenuidad se entendería si esta fuera la primera vez que ocurre un hecho de estas características, pero ya es el quinto y hasta ahora nadie les reprochó haberse quedado quietas cuando ocurrieron los cuatro anteriores. Exceptuando los casos de Svetlana y Teodora, las otras tres fueron a la televisión a contar cómo sus parejas las habían maltratado física y psicológicamente durante un tiempo interesante y nadie movió un pelo para denunciar a estos enfermitos. Es de suponer que si una mujer está dispuesta a contar -con toda la humillación que esto implica- hasta qué punto llegaban los malos tratos frente a miles de personas, es que ya pasó por alguna instancia legal o tiene serias intenciones de hacerlo. Frente a eso, hay que tomar medidas y ahí, discúlpenme señoras feministas, la televisión no tiene nada que hacer, salvo funcionar como herramienta de mejora. Dejémonos de pavadas: la televisión, como medio de difusión, no es mala y hay cientos de ejemplos que lo demuestran. El problema es con qué fines se utiliza. No hay que demonizar a sus dueños por intentar conseguir un par de puntos más de rating (y por ende, más anunciantes). Es su negocio y está claro que ninguno de ellos quiere ser recordado como el responsable de una muerte (salvo Canal 10, claro). Nadie pone en duda que sean unos programas de mierda, pero lo que realmente debería cuestionarse es por qué, más allá de la posible egolatría, alguien prefiere contar su historia en televisión antes que en una comisaría o un juzgado.


Fuentes:
"Sociópatas en el sofá" (Espoiler)
"¿Hay alguien a quien no quieras ver?" (El País)
"Exigen a Antena 3 que se disculpe (...)" (Cadenaser.com)
"El Gobierno rechaza que agresores y víctimas se reúnan en televisión" (La Voz de Galicia)

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