-¡Hola Lito! ¿Ha visto al nabito?
-Estaba acá, pero vino el Tito Brito con su voz de pito y le gritó de súbito. El nabito se asustó y vomitó. Estaba comiendo un pescado exquisito y le quitó el apetito.
-¡Qué chorlito el Tito! Si sabe que al nabito con un grito…
-Por eso.
-¿Y también se fue el Tito?
-Si. Lo llamó el parásito de Agapito para contarle cómo le fue anoche.
-Ese maldito hábito de Agapito. Es como un rito. Con la tarjeta de crédito compra una película de sexo explícito y luego en cualquier hotel inhóspito tiene un bonito coito con la hija de don Benito, el dueño de bar El Palafito, sito en la calle Hipólito Irigoyen, pegado al depósito de papel sulfito.
-No se lo permito. Se extralimitó. Eso no lo admito.
-Pregúntele al nabito, si con esto que repito le genero descrédito. Yo me limito a contar lo se dice por ahí del famoso Agapito, famoso por su pito, indómito hasta saciar el apetito de la chica más necesitada.
-Lo del pito de Agapito es puro mito. Es un invento propio para tener éxito, y mire que si le dará rédito… la hija de don Benito.
-No la nombre que me excito y palpito acelerado.
-Mejor no emito cometario.
-Pero lo de Agapito, por lo que me ha descrito el nabito no está escrito. Tiene tremebundo pito. Un hito en la historia local.
-No repito lo que no se.
-El otro día al final se quitó de encima el séquito de secos que lo seguía de cerca a los saltos, pero mire que ejercitó las piernas para escaparse.
-Seré solícito. Me limito si no he visto nada. Y le solicito que por prurito usted también.
-Le cito lo que dicen que dijo la hija de don Benito la primera vez que le vio el pito: “¡Dios bendito! ¡Dios bendito! ¡Cómo me excito! ¡Me derrito! ¡Levito! Me despido del hábito de monja, del púlpito y living la vida loca”.
-¡Por favor, más respeto! ¿Ha capito?
-He capito. Sorry, amico.
-Cambiemos de tema. ¿Usted no querrá una tarjeta de débito patrocinada por Cambio Zito? Yo se la tramito.
-No piense que lo evito, pero a todo esto medito: ¡Necesito ver al nabito!
-Le repito que vino El Tito Brito y con un grito le produjo vómito. No explicitó, pero capaz que se fue a lo de Fito.
-¿Barán o Medrick?
-Uno bastante erudito, que habla sánscrito.
-Es que tengo un pálpito con el nabito. ¿Se lo recito? ¿Cito lo que he escrito? Soñé que lo decapito.
-¡Qué maldito! ¿Al pobre nabito decapitó? ¡Sueñe de nuevo!
-Tiene razón, pero estaba durmiendo y ahí no controlo.
-Es inaudito.
-E inédito.
-Además de írrito y sin ningún mérito.
-¡Fue un sueño! ¿Qué quiere, benemérito?
-Yo cuando estoy con Morfeo a veces me excito, a veces tengo éxito, una vez estaba en el Perito Moreno, otra subido a un aerolito, charlando con el finado Hiroito, jugando al fútbol con Milito en Villa Fiorito –el que militó en el Zaragoza-, incluso en un parque de Quito, un ámbito algo insólito para mí.
-Todo bien, no es por cortarlo, pero me remito a lo que soñé, que decapito al nabito. Tengo un mal pálpito y eso no es muy bonito.
-¿Sabía que fue niño expósito?
-Sí. Además hizo el Ejército, pero como militó lo rajaron y después trabajó en Tránsito, porque no le pidieron ningún requisito.
-A propósito, lo invito a comer pollo frito mientras espero al nabito.
-Con el hambre que tengo me lo fagocito.
-¿A él o a su pito?
-Omito responder. Me irritó. Este diálogo ha finito. Me voy.
-¡Epa! Mire que sueño que lo decapito o llamo a Agapito, al famoso Agapito.
-Chau, me fui, no lo soporto. Déjele saludos al nabito de mis partes.
-Se lo transmito.
(Mutis Lito)
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17 junio 2008
El nabito
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