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19 diciembre 2008

Stonehenge: otro misterio develado

32 comentarios

En la columna de hoy voy a contarles la verdadera historia de Stonehenge, unas ruinas prehistóricas super famosas. Si miran la foto me ahorran unas cuantas explicaciones complicadas.

Como pueden observar, es un círculo de piedras enormes ubicado en el medio de los campos ingleses. Algunas se cayeron. Obviamente, los años no vienen solos.

Como toda cosa prehistórica, y desde tiempos remotos, Stonehenge ha suscitado las más diversas teorías por parte de esos científicos que pasan su vida trabajando con piedras, escombros y huesos: los arqueólogos.

Para algunos era una especie de templo en el cual los antiguos celtas practicaban sus ceremonias religiosas donde adoraban y hacían ofrendas y sacrificios a sus dioses. También tocaban la flauta, emitían sus cantos monocordes, degollaban a sus gallinas, mataban a pedradas a sus ovejas y ahorcaban a sus vírgenes. Es que gracias a los arqueólogos, hoy sabemos que todos los pueblos antiguos hacían esas cosas.

Para otros, en cambio, era un observatorio astronómico, una especie de planetario de la antigüedad que, durante solsticios y equinoccios, congregaba a los astrónomos de todas partes del mundo que miraban los cielos, discutían sus teorías y degollaban a sus vacas para no enojar a sus dioses y comerse un riquísimo asado.

Otros arqueólogos creen que Stonehenge era un cementerio en el cual, durante las noches de luna llena, vagaban los espíritus de los antiguos celtas, que aún rondan. Así que mucho cuidado: si vas a ir Stonehenge tratá de que no sea de noche porque corrés el riesgo de toparte con algún espíritu.

Por otro lado, nunca faltan aquellos que dicen haber visto seres de otros mundos que desde tiempos inmemoriales usan Stonehenge como aeropuerto para estacionar sus naves espaciales.

Desde la literatura, como era de esperar, también se contribuyó enormemente a alimentar la ya nutrida fantasía popular.

Entre los numerosos autores que han dedicado libros a Stonehenge, me viene a la memoria “Forastera” de Diana Gabaldón, una novela cuya protagonista -Claire-, recién finalizada la Segunda Guerra Mundial, va a pasear a Stonehenge durante la tarde previa a un solsticio. Allí sufre una especie de trance, se cae entre las piedras y cuando se despierta, está en la Escocia del siglo XVIII. Por supuesto, como era de esperar, pasa mil peripecias. Mujer sola y con pinta extraña en el siglo XVIII, siempre termina acusada de bruja.

Evidentemente, la historia amerita que en este punto entre en escena un gallardo y brioso caballero, un escocés de las Highlands que la rescata de las llamas de la hoguera y cambia su suerte para siempre. Escapan juntos e increíblemente se enamoran, se casan y viven felices y comen perdices. Por desgracia, la dicha no dura para siempre porque Claire, nacida y criada en pleno siglo XX, se muere del aburrimiento en el siglo XVIII. Así que decide retornar a su siglo nativo, donde la esperaban su tele, su lavarropas, su mucama y su esposo inglés. ¿No conté ese detalle? Antes de que digan nada, como no hay ley que impida tener un marido en el siglo XVIII y otro en el siglo XX, Claire no puede ser acusada de bigamia.

La historia se complica un poco más. Resulta que Claire estaba embarazada, pero no de su marido inglés sino del escocés. Así que ni lerda ni perezosa, le encaja el bebé al inglés y viven felices hasta que Claire decide volver al siglo XVIII vía Stonehenge, en busca de su otro gran amor. Es así que se reencuentra con su otro marido, que había pasado todos estos años buscándola, y viven felices. Claire se aburre de nuevo, se vuelve, se aburre una vez más y así va y viene por el tiempo durante cinco libros. Al parecer no hay ningún indicio de que esta apasionante historia haya concluido.

Es así que en las noches de solsticio o equinoccio, en Stonehenge deambulan buscadores de espíritus de antiguos celtas, buscadores de extraterrestres, viajeros del tiempo, espíritus de antiguos celtas, extraterrestres y escritores de best-sellers.

Lamentablemente para todos ellos, los días felices llegaron a su fin. Hoy hay pruebas irrefutables de que Stonehenge no es un cementerio ni una máquina del tiempo. Hoy, casi en el año 2009, sabemos a ciencia cierta que Stonehenge era un SPA.

Como se sabe, los científicos son gente aburrida y también fea. Es por esta razón que siempre se imaginaron a los antiguos celtas a su imagen y semejanza: unos cavernícolas ignorantes y aburridos. De ahí que les atribuyan esas mismas costumbres espantosas que les atribuyen a todos los pueblos antiguos: adorar dioses, sacrificar vacas, degollar vírgenes, etcétera.

¿A quién se le puede pasar por la cabeza que en la antigüedad no existían los spa? Evidentemente a un arqueólogo. Alguien que se pasa la vida hurgando piedras, buscando huesos y durmiendo con momias. Tienen la piel arruinada. ¿Y saben por qué? Porque no usan cremas.

Por suerte, siempre hay excepciones. De lo contrario, no sé que sería de la humanidad. He aquí un par de científicos inteligentes, gente que estudió durante toda su vida y a la cual se le pagan fortunas para descubrir de dónde venimos y hacia dónde vamos, que nos dicen que 20 siglos antes de Cristo las chicas hacían lo mismo de siempre: tomar sol en Stonehenge durante los solsticios, hacerse masajes de barro en los equinoccios y cenar comidas típicas celtas.

Después de todo, en todas las épocas hay visionarios. Gente que sabe ver las oportunidades y aprovecharlas. Los antiguos también se divertían, ergo, vino un inversor compró unas piedras, unos cuantos esclavos, un látigo y listo. Así se hizo Stonehenge, un spa bien marketinero, donde las chicas se podían divertir mientras esperaban que sus esposos volvieran de la guerra. Es tan obvio.

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09 diciembre 2008

Consejos para padres

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En la columna de hoy voy a hacer algunas recomendaciones a partir de una interesantísima nota que escribió Lorena Oliva en La Nación sobre el asedio sexual mediático a la infancia y su efecto sobre los nenes de hoy.

En palabras de la autora:

Nenas que juegan al baile del caño o quieren vestirse de lolitas cuando no de vedettes, niños que navegan por la oferta pornográfica de Internet. Víctima de una época que entronó al consumo como valor indiscutible, la infancia es hoy objeto de un múltiple asedio mediático que banaliza la sexualidad y que ya da señales de tener efectos negativos sobre los chicos.
Para ejemplificar estos efectos nos cuenta algunos casos:
Cuando Matías, cansado de la compu, salió a jugar al jardín, a Gabriela M. se le ocurrió rastrear las páginas web en las que había estado navegando su hijo de 8 años. Y así, casi por casualidad, descubrió que Mati había empezado a ampliar sus horizontes: del archiconocido www.juegos.com, había pasado nada más ni nada menos que a www.tetas-tetas.com y www.todosexo.com. Lejos de ser la excepción, Matías es el exponente de una generación que, sobreestimulada desde la cuna, curiosa por naturaleza y "adultizada" en materia de consumo, asiste sin voz ni voto a una lógica mediática que ofrece erotismo -cuando no pornografía- con escaso cuidado y ninguna responsabilidad.
"Es que el sexo vende", explica. Y sigue:
Y de esa lógica de hierro, al parecer, no se salva nadie, ni los chicos. Tandas de colegialas hot a las que hay que llamar a una línea 0-600 en medio de la programación de la serie "Vidas Robadas", premiada y elogiada por denunciar la trata de blancas. Publicidad del canal codificado Venus en las tandas de un programa para toda la familia, como "Los Simpson". Las escenas más subidos de tono del programa de Marcelo Tinelli, omnipresentes a través de innumerables repeticiones diarias y en todos los horarios.
Mientras tanto, los casos en los que la conducta infantil acusa recibo de tanta erotización mediática comienzan a multiplicarse. Hace pocos meses, la Dirección de Escuelas de la provincia de Mendoza alertó que desde el año último son cada vez más frecuentes los episodios -antes esporádicos- de chicos de entre cinco y diez años que tocan sus genitales o los de sus compañeros. Y el citado organismo los relaciona directamente con el consumo de contenidos explícitamente sexuales en la televisión e Internet.
Bajo el título de "Vedetizadas a los 12", el sociólogo Marcelo Urresti, autor del libro Ciberculturas juveniles , opina que la programación destinada al público preadolescente se cuenta entre la más sexualizada de la televisión abierta. "En emisiones como "Casi Angeles", "Patito Feo" o "Rebelde Way" uno puede ver chicas vedetizadas a los 12 así como falsos adolescentes que se presentan como tales cuando, en realidad, tienen 25. En estos casos la sexualización opera por la confusión que genera más que por sobreabundancia."
Toparse por la calle con pequeñas lolitas lookeadas como modelos o asistir a reuniones en las que las nenas de 10 y 11 años proponen "jugar al baile del caño" ante la mirada perpleja de los padres hoy se ha vuelto tan habitual como la sensación adulta de que la infancia dura cada vez menos.
Categoría etaria relativamente nueva, la preadolescencia es hija de la sociedad de consumo: hoy es frecuente que, a partir de los 8 años, los niños comiencen a pedir celulares, ropa de determinadas marcas, así como contar con dinero para sus gastos, etcétera: pequeños signos de una aspiración a la independencia, en un medio que, por otra parte, hoy presenta a la precocidad ya no como la excepción, sino como la regla.
Hay un bombardeo de precocidad en los medios de comunicación. Y como allí se legitima todo lo que se difunde, si la noticia es que las nenas se inician a la vida sexual cada vez más temprano, supongamos a los 12 años, esto termina generando presión entre las que tienen 13 y todavía no se iniciaron.
Además, mediante todo tipo de guiños, es frecuente que los programas que difunden contenido sexual o erótico se presenten, sin embargo, como dirigidos a la familia.
Analistas y expertos en medios reconocen en este tipo de estrategias un intento por captar especialmente a los más pequeños por su gran influencia en las decisiones de compra de la familia: hoy se calcula que en productos de consumo general, que van desde comestibles hasta electrodomésticos, los chicos tienen una incidencia del 40 por ciento. Algo que se refleja hasta en las góndolas de los principales supermercados, cada vez más bajas para estar "a la altura de los chicos". Especialistas del área confirman que la altura preferida en las góndolas durante los años 80 era de 1,60, estatura promedio de las amas de casa; en los 90, cuando la ida al supermercado se transformó en un paseo de compras familiar, bajó a 0,90.
Es evidente que hay un problema serio y múltiples responsables. Sin embargo, en mi nada humilde opinión los padres tienen la mayor parte de culpa.

Es por eso que esta columna quiere prestar un servicio a la sociedad y contribuir con los progenitores que, lógicamente, están confundidos ante tanta presión social y mediática. Acá presentamos algunos consejos que surgen de entrevistas a varios especialistas en la materia.

Problema 1: Si tu hijo de 8 años está mirando páginas porno en Internet es porque nunca se las bloqueaste.
Solución: bloquealas.

Problema 2: Si los programas de Tinelli son tu propuesta de TV familiar es porque tenés una tara congénita.
Solución: apagá la tele.

Problema 3: Si el tío le regala una muñeca que baila en el caño, ojo con el tío.
Solución: tirá el juguete a la basura y echá al tío a patadas.

Problema 4: Si en la escuela hacen lo que se les da la gana, el problema es la escuela.
Solución: Mandalo a un colegio tradicional donde lo disciplinen y lo repriman.

Problema 5: Si tu nena se viste de vedette a los 12 es porque vos le compraste la ropa.
Solución: hay que sacarte la patria potestad.

Problema 6: Si en los cumpleaños las nenas juegan al baile del caño es porque los padres las dejan.
Solución: hay que meterlos presos.

Problema 7: Si tu nene de 8 años hace lo que quiere es porque sos un imbécil.
Solución: Dale las llaves del auto y hacete una lobotomía.

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31 octubre 2008

Los hombres desean obedecer a un jefe

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Que los hombres desean obedecer a un jefe es una verdad de Perogrullo. Es obvio que el mundo sería un caos si no tuviera jefes. Los pobres harían cosas de pobre: robar a los ricos, destruir plazas y parques, etcétera. ¿Y saben por qué? Porque los pobres son así. Roban cualquier cosa y encima rompen todo. Por eso tienen casas tan horribles.


Aunque no lo crean, al común de la gente le cuesta entender estas cosas tan simples. Por esa razón, en esta columna, yo, Candelaria de San Isidro, me dedicaré a la ingrata tarea de explicarte a vos, asalariado resentido, cómo deberían ser las cosas si aspiramos a que el mundo sea perfecto. Asimismo, dejo constancia de que esta columna es una oferta de Daniela, quien tiene especial interés en que aporte mis invaluables enseñanzas al resto del mundo, o sea ustedes.


Para aquellos que aún no me conocen les cuento que el destino quiso que naciera en el seno de una familia aristocrática, es decir que por naturaleza divina me corresponden una serie de privilegios económicos y sociales. Además, cuento con muy buenos contactos familiares que me permiten dedicarme a la profesión periodística.


Desde hoy, y gracias a mi amistad con Daniela, es que comienzo a trasmitir mi sabiduría a gente como ustedes. Aclaro, eso sí, que por más que me lean jamás van a llegar a ser como yo.


Por suerte cuento con bastante ayuda; alguna, incluso, totalmente insospechada. Para los que aún dudan de mí, les informo que Regis Debray, un filósofo mundialmente famoso, piensa como yo, Candelaria de San Isidro: "Los hombres desean obedecer a un jefe".


Sin embargo, cabe decir que recientemente, este fue tema de un arduo y aún no resuelto debate en este blog. El problema se desencadenó cuando el director de un conocido medio tuvo la mala idea de cuestionar, mediante una “aclaración”, a un periodista y por esta razón, entre otros problemas, se le rebeló el ombudsman y desató la ira de varios lectores que se indignaron ante lo que consideraron una gran injusticia. Acá dejo el link al atrapante e interesantísimo debate.

Como ven, mi columna puede ser absolutamente esclarecedora para reflexionar sobre este tipo de problemas.


Como venía diciendo, Regis Debray señala que "los hombres desean obedecer a un jefe". Como es la primera vez que oigo hablar de Regis Debray, busqué en Google y ahí me enteré que es filósofo, francés y se hizo famoso por su amistad con Fidel Castro y el Che Guevara. O sea, un comunista como ustedes, aunque con una gran diferencia: él no es de los que trabaja ocho horas por día.

“En democracia se ha instaurado una suerte de hipocresía”, opina Debray. “La gente dice que el jefe no es bueno, que es algo superado, que hay que burlarse de él. Sin embargo, todavía hay jefes, e incluso los hay cada vez más”.


A todo esto, el periodista le formula una pregunta complicada: “¿Por qué razón?”, cuestión que de ninguna manera agarra desprevenido a Debray: “Porque hay una constante que atraviesa la historia, que es lo político. En el fondo, lo político consiste en evitar lo peor. ¿Y qué es lo peor para un grupo humano? La desunión, el desmembramiento, la disolución. El jefe existe para lograr la unidad. Sea donde sea -en un equipo de fútbol, una empresa o un país-, el jefe es el que mantiene la cohesión o produce la unidad en el seno de una multitud…. El jefe es, siempre, un hombre de palabras. Una palabra que cristaliza, que dinamiza, que construye el rebaño.”.


Esta respuesta amerita dos reflexiones. Primero, seguramente no notaron que Regis Debray afirma que el jefe es siempre un hombre. Pero yo sí. A mi estas cosas no se me pasan por alto. Por algo yo tengo una columna en un medio prestigioso y vos te quemás las pestañas escribiéndole las notas de opinión a tu jefe.


Debray será comunista pero no hay duda de que no es un hipócrita. Esto llama poderosamente la atención en un tiempo en que el denominador común entre los intelectuales del mundo entero es rasgarse las vestiduras a favor de los derechos de la mujer por el sólo hecho de ser políticamente correcto. Excepto, claro, en Pakistán y ese tipo de lugares.


Esto es totalmente obvio. Cualquiera sabe que la mujer nació para obedecer. Y si no, pregúntenle a las chicas de la tribu del hermano de Sardar Fateh Unrani.


La segunda reflexión sería que, con esta declaración, quedó totalmente en claro cuál es el rol del jefe en la sociedad. Les explico: el principal problema es que la democracia se volvió demasiado democrática. Cualquiera opina y por eso reina el caos. Esos cualquiera imponen sus ideas nefastas y de esa forma, atentan contra el bien común y la unidad del grupo.


¿Quién puede discutir la noción de autoridad? Sólo unos pobres diablos como ustedes que en un mundo perfecto nunca llegarían a jefe porque no tienen dinero, propiedades ni posición social. Típico cuestionamiento de asalariado resentido.


Yo creo que gran parte del problema se debe a que nadie se los supo enseñar. A eso voy. Tal vez vos, que en tus ratos libres tenés que lustrarle los zapatos a tu jefe para que te suba el sueldo, no lo entiendas. Pero Yo no soy como vos. Yo nací con privilegios. Por eso Yo te voy a explicar: tu lugar es servir café.


Esta gentuza se aprovecha de los ingenuos y hábilmente los convence de que es mejor un mundo sin jefes. Miles de inocentes caen en las redes de estos pérfidos y taimados empleaduchos capaces de cualquier cosa en su descontrolada ambición por llegar a jefe sin ningún tipo de mérito. Como bien explica Debray, lo peor que nos puede pasar es quedar en manos de estos grupitos de subversivos que siembran el caos y la desunión en el rebaño. Es por eso que necesitamos un jefe que nos lleve de la mano y nos diga qué pensar.


El periodista sigue con sus observaciones fastidiosas: “Usted afirma que en la sociedad actual hay un auténtico deseo de jefe”. Pero nuestro notable intelectual resulta indemne y sale totalmente airoso del acoso periodístico: “eso puede entenderse en dos sentidos. Uno que es muy feo y que quiere decir sentir el deseo de ser jefe. Aunque, después de todo, ¿quién no tiene ese deseo? Pero también existe el deseo de tener un jefe. La gente desea tener un jefe cuando se siente amenazada por la disolución”


Esta parte no es nada fácil de entender. Por suerte estoy yo: resulta que sentir deseos de ser jefe es muy feo. NO. Debray no explica por qué es muy feo sentir deseos de ser jefe, pero no se olviden que ustedes son unos pobres ignorantes del tercer mundo y él es filósofo, francés y reconocido en el mundo entero, a pesar de su amistad con la chusma cubana. Así que si Regis Debray dice que querer ser jefe es muy feo: es muy feo y punto.


Ahora bien, fíjense qué curioso: TODOS tienen el deseo de ser jefe. Esta aparente paradoja no es tal. Pasa que ustedes no son filósofos, por eso no entienden nada. Es muy feo querer ser jefe pero es sumamente recomendable que reprimas tus deseos de ser jefe. ¿Que no podés? Muy fácil. Andá al psicólogo que es un profesional especialmente entrenado para enseñarte a reprimir ese deseo irrefrenable de ser jefe.


Ahora yo, Candelaria de San Isidro, me pongo en tu lugar y hago una pregunta bien tonta: ¿Cómo llega alguien a jefe si reprime su deseo de serlo?


Evidentemente, los profundos e insondables misterios de la filosofía son imposibles de develar por la mente de cualquier mortal. Es claro que se trata de un problema de una complejidad filosófica tal, que escapa totalmente a la comprensión de gente como ustedes, unos don nadie del tercermundo con un sueldo de risa. Así que mejor dejen de preguntar pavadas y sigan leyendo.

“Un jefe debe cuidar su imagen. El jefe que se deja ver con demasiada frecuencia en remera, haciendo jogging, corre el riesgo de perder su autoridad. El rey tiene dos cuerpos: uno profano y uno sagrado. Uno simbólico, el de su imagen oficial, ese que permite construir el imaginario colectivo, una imagen magnificada, solemne, y el cuerpo físico. Cuando se muestra demasiado ese cuerpo físico, se revela el individuo. Y el individuo es como los otros. El jefe es un colectivo individualizado, un colectivo sublimado. Es necesario que el jefe sea una sublimación.”


Regis Debray será comunista pero no deja de ser francés. Es un cheto.


Obviamente, un jefe que no cuida la imagen, no es un ser superior. No está destinado a ser un gran jefe. Es un empleaducho encubierto. A no ser que seas una chiruza de clase media que trabaja en una tienda, usa desodorante barato y tiene la nariz perforada o un asalariado que todos los días viaja en el transporte público a la oficina a cumplir sus rigurosas ocho horas diarias de trabajo esclavo, esta idea de Debray es fácil de entender.


Sin embargo, en este punto queda claro que Debray no tiene la menor idea del tipo de personajes que en los últimos tiempos, mal que nos pese, incurrió en la política latinoamericana. Es natural. Él vive en París, la capital del buen gusto y el buen vestir. Hasta los pobres usan harapos de Dior y perfume francés. Un paraíso en el cual hay igualdad social. No se bañan los pobres ni tampoco los ricos.


En cambio, nosotros vivimos en América Latina. Acá no hay igualdad social. Algunos nos bañamos, otros no. Por eso viajar en el transporte público es una odisea. El subte es un carnaval de pulgas, mugre y músicos fracasados.


Pero no todo está perdido. Y si no, miren a Lula. Un obrero que hoy es presidente y se viste bien. Lo mismo pasa con Evo, ahora un símbolo del nuevo indigenismo cool. Lo cierto es que si nuestros políticos siguieran los consejos de Debray y aprendieran a vestirse bien, nos sublimarían a todos. Así dejaríamos de ser latinoamericanos y volveríamos a ser europeos, como antes.

Y sigue Regis: “La autoridad es moral es imaginaria, no reposa sobre la fuerza bruta. No es una cuestión de músculos ni de número. La autoridad es una cuestión de creencia o de conocimientos. El maestro tiene autoridad en una clase. Es necesario que la tenga, de lo contrario, se producirá un desorden y el pequeño cacique del curso terminará por tomar el poder. Eso no será bueno ni para los alumnos ni para el conocimiento. Creo que la autoridad es la protección contra el poder. Y no creo ser reaccionario diciendo esto. Porque tratar de que un petimetre no termine creyéndose el patrón es justamente la democracia.”


Y por supuesto, después de esta excelente nota, tampoco podía defraudarnos al final. Debray concluye con esta brillante definición de democracia: “No creo ser reaccionario diciendo esto. Porque tratar de que un petimetre no termine creyéndose el patrón es justamente la democracia.”

Lo dice Regis Debray.


¡¡¡HAPPY HALLOWEEN!!!

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30 junio 2008

Parque temático

Sin comentarios

Me desmayé de la emoción cuando Daniela me invitó a escribir en su blog. Hace más de un mes que estoy pensando y no se me ocurre absolutamente NADA. Nada que esté a la altura de este blog. Así me pasé varios días, preocupada, sin poder dormir. Por suerte empezaron a escribir y pude comprobar que ninguno de los suplentes es nada del otro mundo y que podía escribir cualquier pavada que, mientras no tenga faltas de ortografía iba a pasar desapercibida.

Así que ahí voy con mi historia. Hace tres meses que estoy trabajando en Gualeguaychú. Primero tuve que camuflarme porque discriminaban socialmente a la gente como yo. Pero después que empezó el conflicto del Campo todo cambió. Las rutas se llenaron de gente paqueta. Gualeguaychú cambió de color, la gente es más linda y más buena, etc., etc..



No tengo mucho tiempo porque en un rato me toca cortar la ruta. Sólo quiero dejar sentado, acá en Cursos Paralelos y aprovechando esta generosa invitación de Daniela, que Candelaria de San Isidro ahora apoya a la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú en su más que justo reclamo contra la contaminación de Botnia.

Les digo más. Yo antes no los apoyaba, pero ahora cambié de opinión. Creo sinceramente que los uruguayos están equivocados y que hay que mover a Botnia de Fray Bentos porque contamina y tiene muy mal aspecto. Una ciudad tan linda y ese monstruo al lado le da una pésima imagen. Se podría poner algo más lindo como algún parque temático sobre soja o alguna otra de nuestras maravillas.

Y por último, no quiero asustar a nadie. Pero yo, Candelaria, doy fe de que los pescados de dos cabezas existen. Yo los vi.


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