Fue con un cuchillo Tramontina. Un cuchillo de sierra, con mango de madera. Un cuchillito de mierda, de los de almorzar. Tampoco necesitaba mucho más que eso. Ella era demasiado flaca e inquietantemente débil, y los brazos de él por ese entonces eran rígidos, con músculos desbordantes que parecían tallados.
Le atravesó el corazón y alcanzó a tajearle el pulmón izquierdo. El forense me explicó que fue cruzado, desde el centro hacia la izquierda, con una inclinación de unos 45º en relación al pecho, y levemente desde arriba hacia abajo. El abrazo por atrás, la cola del mango atrapada por el pulgar, la hoja que aparecía desde el meñique, cerrado, y el movimiento que consiguió ella al querer zafar, llevaron a que haya sido de ese modo.
Al forense lo encontré en el casamiento del vasco Coechea, uno de los dueños del diario. Estábamos, solos, fumando afuera. Me contó que el del accidente del mediodía presentaba “otorragia bilateral”, es decir sangrado de ambos oídos, lo que suele indicar que hubo fractura de cráneo.
Dada la conversación, la confianza que nos teníamos a partir de nuestras charlas casi diarias desde que me habían puesto a hacer policiales, que él venía con dos o tres güisquis arriba y que del caso en cuestión ya habían pasado más de cinco años, aproveché para preguntarle cómo había sido. Nunca supe los detalles. En mi familia no habían interesado y los diarios, que son los que comúnmente profundizan para que después repitan las radios, se habían limitado al “drama pasional” y muy poco más, porque de algún modo yo andaba en el medio. Desde luego era una interrogante que en las primeras semanas no recorrió mi cabeza. Bastante tenía con la noticia de que, a dos días de casarme, asesinaron a mi novia, con el adjunto, a renglón seguido, que me estaba cagando a guampa. Que se joda por trola. De él he sabido poco más que es el único caso en la vuelta...
11 junio 2008
Sangre nuestra
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