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06 diciembre 2006

Coronas y coronitas (II)

CORONAS Y CORONITAS II
Por Nené López-Chicheri de Rodríguez Perigó

El real avión de la Corona británica hizo un giro tan pronunciado que me deslicé sobre el water y caí de rodillas bajo el real lavatorio. Qué dolor, y todo por no soltar los jaboncitos. Me incorporé como pude y oprimí el botón de la cisterna con la vil esperanza de que las aguas entraran por la ventanilla del piloto. Luego me dirigí a la sala de comunicaciones y envié el fas a la tía Gregoria. Cuando volví a mi asiento, una criada que lucía en su cofia el escudo real se disponía a llenar tres tazas de té que luego depositó cuidadosamente sobre una mesa ratona junto a varias bandejas de masas. Por último se inclinó ante Sus Altezas y empujó el carrito por el pasillo.

- Cómo me hincho cuando viajo en avión – exclamó Camilla Parker-Bowles mientras tomaba dos cañones de crema simulando que eran una sola pieza de artillería repostera, un arte bien conocido por quienes asistimos a siete vernissages por semana como estrategia de sobrevivencia.

Charles de Inglaterra me dedicó una sonrisa seductora y aproveché para encender el grabador y dejarlo sobre la mesa. Lo miró con desconfianza, pero luego hizo un gesto de aprobación.

- Su Alteza, ¿qué lo trajo a Uruguay en representación del Consejo Mundial de Casas Reales?

Charles se inclinó hacia mí y susurró:

- Tenemos tendencia a la repetición, Nené.
- ¿En la escuela?
- En la genética. Los príncipes y reyes llevamos siglos repitiendo genes.
- ¿O sea?
- Que somos como aburridos... Yo no, usted lo ve.

Asentí enérgicamente.

- Y los soberanos de Tailandia tienen un pibe con dos cabezas – agregó Charles. El rey está deshecho, pero su hermana está peor. Es primeriza.
- Dos cabecitas... Bueno, pero es más que tener un solo niño... – comenté con sinceridad.

Su Alteza titubeó.

- Celebro su optimismo, Nené. En verdad se puede ver la cuna medio llena o medio vacía, ¿no?
- Siempre hay dos bibliotecas – acoté con seguridad.
- También, pero eso ya pertenece a la decoración, Nené –respondió con un ligero gesto de perplejidad.
- Lo sigo, lo sigo, Su Alteza.
- Bien. Para decirlo darwinianamente, las casas reales constituimos una especie exitosa, pero dejaremos de serlo si no buscamos la diversidad. Solo alcanzaremos ese objetivo si abrimos las puertas a nuevas sangres, de nuevas casas reales.

Charles Philip Arthur George Windsor agregó con tono rimbombante:

- Uruguay, Nené, es nuestra primera opción.

De pronto sentí que los músculos faciales no me respondían, como si estuvieran bajo los efectos de un potente anestésico.

- ¿Se siente bien, Nené?
- Agá.
- ¿Segura? –intervino Camilla -, creo que todo esto la ha movilizado.
- Agá.

En verdad la sorpresa me había movilizado la dentadura y no lograba volver a encajarla en su sitio.

- ¿Un vaso de agua o un cognac?
- Goniá, pod favod.

Mordí una cucharilla de plata y la agité convulsivamente hasta que logré llevar la dentadura a su lugar, mientras mis anfitriones simulaban sentirse cautivados por los bañados que sobrevolábamos.

- Su Alteza – pronuncié con claridad al cabo de dos interminables minutos - ¿acaso le ha propuesto usted a la República Oriental del Uruguay que se convierta en una monarquía?
- Un royal franchising, para ser preciso. El Reino de Uruguay y Sandwich del Sur, un archipiélago obsequio.

El Reino de Uruguay, qué belleza. Pero yo no pensaba dejar de trabajar, porque una baronesa bien puede dirigir una novel y prestigiosa revista, a la que llamaría...

- Cricri.
- ¿Qué pasó?
- Me refiero a que su cognac está servido. Se distrajo un poco, Nené.
- Es cierto – dije con vergüenza - pensaba en los beneficios que esto traería al Uruguay y su gente. Porque el rey... ¡¿Quién sería el rey?!

Su Alteza Real esbozó una sonrisa y agitó las orejas.

- Es un austero administrador y un preclaro hombre de ciencia.
- ¿Magurno?
- Tibio, Nené, tibio.
- Charles, no asustes a Nené – lo reprendió la duquesa de Cornwall.
- Está bien –exclamó el príncipe, al tiempo que cubría el grabador con una tartita de manzana - ¿Cómo le suena Su (P) Alteza Real Don Tabaré Vázquez Rosas de Arbolitoilateja?
- ¡No te puedooo! – exclamé, para luego ahogar mi propio grito con tres dedos de cognac.
- Como lo oye, Nené – afirmó Camilla mientras sacaba su tejido de una bolsa y se disponía a enhebrar las agujas. A mí no me cierra, qué quiere que le diga. Me gusta más Lacalle, que tiene pantalones de montar blancos y botas de caña de charol.
- ¿Qué significa la “(P)”?
- Promitente – explicó Camilla sin levantar la vista de su tejido.
- Sinceramente, Sus Altezas, la posibilidad de una monarquía me halaga, pero el presidente Vázquez jamás se apartaría del camino republicano. Lamentablemente esa iniciativa no integra el programa del Frente. Él no es el hombre que buscan.
- Nené, un hombre es lo que el Real Servicio Secreto dice que es – cerró el príncipe-. Y creo que al hacer este viaje seguimos un buen consejo.
- ¿Quiere decir que aceptó?
- Bueno, dijo que en principio si... no... que no es un acuerdo pero se siente comprometido con la iniciativa y la consultará con su fuerza política.
- ¿Sí o no?
- El sí está en camino. Démosle tiempo, Nené, para ordenar la casa.
- Ah, tiene razón, porque entre los mandados y los desfiles está que no puede más, la pobre. Hace meses que no encera, y eso que Pablo Suárez le hizo unos patines di-vi...
- A Mr. Vázquez, Nené – Charles agitó las orejas, haciendo volar todas las servilletas.
- Claro, ya entendí. Es una idea maravillosa, SAR, pero ¿funcionará en un país con tradiciones republicanas tan fuertes? – dije señalando al piso del avión.
- Mi querida Nené, no olvide que ustedes fueron vecinos de Don Pedro II y que San Martín era coloniense. Por no decir que el Rey Arturo sacó la espada de la piedra de la Florida. Y creo que en la mesita de luz tengo una cálida carta que recibió Jorge III del Congreso de 1813.
- Fíjese si tiene alguna del Chueco Maciel a Robin Hood – sugerí entusiasta, pero a Sus Altezas no pareció gustarles la idea.
- Por otro lado – siguió el príncipe de Gales-, como parte del aggiornamento abrazarán la fe protestante, obvio.
- ¿Y la estatua del Papa?
- Al tren fantasma, después de la segunda curva. Por lo demás el escudo tendrá una corona en lugar de la vaca y la bandera tendrá un escudo, af cars.
- ¿Y la vaca?
- Al escudo de Burger King.
- ¿Y las papeleras? – pregunté ansiosa.
- El papel ya fue, Nené. Pongan una fábrica de discos duros.
- ¿Y la corona de S(P)AR Don Tabaré?
- Stella McCartney se ofreció a diseñarla con ágatas y amatistas, querida – me informó Camilla. Yo aproveché que tenía el centímetro y le medí la caja craneana a Mr. Vázquez. Por su parte la corona de Doña María Auxiliadora será un espinoso diseño del reverendo Amílcar Macalister.
- Está todo pensado – dije con satisfacción.
- Absolutamente todo – subrayó Charles entusiasta. La familia real se mudaría al Palacio Taranco y Anchorena se llamaría Nuevo Camelot.
- Reino de Uruguay – dije como para mí.
- Y Sandwich del Sur – agregó la duquesa.
- No sé si el gobierno argentino se tragará ese sapo, que además es una redundancia. Ya somos el sandwich del sur.
- Cuando el sapo viene de Londres se lo come relleno de gofio – dijo Charles terminante.
- ¿Y dónde quedo yo, Su Alteza Serenísima? – deslicé con la merecida esperanza de que se gestionara un modesto título nobiliario en mi favor.
- Aquí, justamente. Peyton ha encendido la luz roja, señal de que encontró donde aterrizar.
- Oh.

Tras una rápida y cálida despedida en la pista del aeropuerto de Melilla, mis anfitriones partieron rumbo a Londres. A la salida del campo de aviación un quintero se ofreció a llevarme en una Chevrolet vieja y despintada.

- ¿Viene de lejos? – me preguntó el buen hombre.
- Ni se imagina – respondí mirando la puerta sin manija.
Segunda despedida, esta vez en el Camino Pérez y Ruta 5, donde me bajé con tres atados de puerros y una ristra de ajos. No hay caso, Nené, las hadas ya fueron.

Ver Coronas y coronitas I

1 comentarios:

Anónimo dijo...

en todo esto está la mano de dios